Disfrutar el masaje en pareja

Disfrutar el masaje en pareja

En el antiguo Japón, una mujer vivía atormentada porque ya no amaba a su marido. Según la ley, sólo se podían divorciar si ambos accedían a ello. Pero el marido, de buena posición social, quería evitar el escándalo a toda costa y se negaba rotundamente a la separación, aunque él tampoco sentía ya ningún afecto por su esposa.

– ¡Seguirás conmigo hasta el final de mis días quieras o no! –le decía él.

Tanto le repetía aquella frase que, al cabo de un tiempo, la mujer decidió visitar a un monje budista y, con lágrimas en los ojos, le pidió que le enseñara la manera de matar poco a poco a su marido sin despertar sospecha. Ya no veía otra solución. El monje le contestó que conocía la forma perfecta para que ella consiguiera su objetivo y empezó a enseñarle un tipo de masaje mediante el cual podría acabar gradualmente con su desconsiderado esposo.

–Practícalo todos los días y vuelve a verme dentro de un mes. Tu problema estará resuelto –dijo el monje.

Pocas semanas después, la misma mujer volvió a ver al monje en estado de gran agitación. El monje empezó preguntando si su método funcionaba, pero la mujer, muy ansiosa y entre sollozos, sólo repetía una cosa: que le enseñara inmediatamente a deshacer el daño que pudiera haber infligido a su esposo.

–Pero, ¿ya no quieres asesinar a tu marido? ¿Qué te ha hecho cambiar de opinión? –preguntó el monje.

–Al principio me dediqué con mucho ahínco a darle los masajes a mi marido.

Con cada uno de ellos, ya lo veía más cerca de la tumba. Pero, al cabo de unos días, noté que me relajaba. Y, en poco tiempo, empecé a encariñarme con él y creo que él conmigo. Enséñeme a detener el mal que le haya podido hacer, ¡ya no quiero separarme de él!

El monje, sonriendo, le explicó que nunca había tenido la intención de enseñarle la forma de dañar a nadie, sino todo lo contrario.

Le había enseñado un masaje para unirse a su esposo, hallando así el amor y la armonía en su vida familiar.

El anterior cuento es un ejemplo de los beneficios que nos puede aportar el contacto. Y es que el tacto es la forma más honesta de comunicación. Pero no sólo eso, además, el contacto afectuoso es literalmente una fuente de nutrición indispensable para la supervivencia. Se puede decir sin exagerar que los seres humanos nos alimentamos también a través de la piel.

En 1965, el médico austriaco René Spitz, publicó un estudio donde explicaba que el 30% de los niños recluidos en orfanatos no sobrevivían a su primer año de vida porque no recibían contacto afectuoso continuado. El estudio de Spitz aportó las pruebas de algo que ya sabían todos los médicos por su práctica clínica: las caricias son indispensables para la subsistencia de los niños.

Esta necesidad no disminuye con la edad adulta. Todo ser humano tiene la íntima necesidad de ser tocado y de tocar. De disfrutar del contacto de una caricia o un abrazo. De sentir que es reconocido y aceptado con una palmada en la espalda o un sutil apretón en el brazo. Lo que ocurre es que, a medida que nos hacemos adultos, a veces crecen con nosotros barreras que nos impiden disfrutar de todas esas formas de contacto.

Según lo que experimentamos en nuestra infancia y juventud respecto al contacto, vamos adoptando unos patrones de  comportamiento definidos a la hora de relacionarnos con el cuerpo del otro.

Si creemos que el cuerpo es algo sucio –el nuestro o el del sexo opuesto, difícilmente disfrutaremos con su tacto. Si pensamos que no somos merecedores de recibir atención ni amor, raramente encontraremos el momento de dejar que nos toquen. Si hemos crecido en un hogar donde el contacto físico no existía, nuestra rigidez será evidente ante un abrazo.

Pero todos los humanos nacemos con un cuerpo totalmente receptivo, que responde a todos los estímulos ya sean auditivos, visuales, táctiles, gustativos u olfativos.

Un bella forma de reestablecer el canal del tacto y aprovecharnos de sus múltiples beneficios es la práctica del masaje.

Practicar el masaje en pareja es una preciosa manera de crear lazos de unión con la persona amada. Ayuda a no entrar en la rutina y a reavivar la pasión en la relación.

Además, cualquiera puede dar un buen masaje; no es necesario ser un experto diplomado, aunque sí existen algunas claves para disfrutarlo plenamente. La primera de estas claves es empezar sin expectativas sexuales. Para dar un buen masaje es imprescindible permitirse jugar por jugar sin la búsqueda de ningún fin. Esto posibilita que cuerpo y mente se relajen.

El masaje en pareja es un acto satisfactorio en sí mismo. Es importante tener en cuenta que, aunque se active la sensualidad o incluso la energía sexual, no tiene por qué acabar en coito, teniendo esto en cuenta podréis disfrutar de  una intimidad mucho más profunda y llegar a estados que el sexo en sí nunca os llevará.

Otro punto fundamental es la respiración. Si aprendes a ralentizar la respiración, puedes hacer que toda la energía sexual circule por tu cuerpo, más allá de los genitales.

Una respiración circular –sin espacio entre la exhalación y la inhalación– ayuda a que la pareja fluya en la misma sintonía. Además, aumenta considerablemente la sensibilidad sensorial y nos mantiene presentes durante el masaje.

Y el último factor a tener en cuenta es la reciprocidad. Hay personas que se sienten más seguras cuando dominan la situación y sólo quieren dar masajes, no recibirlos. Otras se acomodan en el rol de receptor y se escabullen a la hora de darle un masaje al otro. Para la estabilidad de la pareja, hay que pedir reciprocidad también en ese aspecto porque la comunicación íntima es enriquecedora sólo si es de doble sentido.

MASAJE SENSUAL EN 11 PASOS

Múltiples beneficios

Con este masaje conseguiréis elevar vuestra energía sexual, liberar tabúes, descongestionar la mente y conectaros uno al otro a un nivel profundo.

Prepararse antes

El que va a dar el masaje debe relajarse y conectar con su parte más amorosa. No necesita ser un experto en el tema, basta la buena voluntad y la atención. Realizad el masaje cuando tengáis tiempo para estar tranquilos. No ayuda estar pendiente del reloj. Preparad el ambiente: poned luz indirecta o velas, aromatizad la habitación, procurad que haya una buena temperatura, música sutil… Respirad los dos de forma continuada y suave por la boca, procurando que no haya pausa entre la inspiración y expiración; esto hará que se amplifiquen vuestros sentidos.

La duración mínima será de unos 40 minutos.

1 Presionar el sacro

 Tu pareja, que en este caso va a recibir el masaje, se tumba desnuda boca abajo sobre un colchón o manta. Tú te pones a su lado de rodillas. Es importante que encuentres una postura cómoda para no traspasarle tus molestias. Pon las manos una encima de la otra y sitúalas sobre su sacro (rabadilla). Inicia entonces un movimiento ascendente y descendente por esa zona. Las manos se deslizan unos veinte centímetros. La presión ha de ser suave pero profunda.

2 Masajear en círculos

Todavía con las manos una sobre la otra (para facilitar la presión), haz movimientos circulares por la zona del sacro. Aquí puedes utilizar también un poco de aceite.

 3 Dar golpes suaves

 Con las manos en forma de cazoleta, da golpes suaves pero con decisión por toda la zona del sacro, como si estuvieras tocando un instrumento de percusión. Es importante dejar las muñecas flojas para que el movimiento sea más ágil y flexible.

4 Trabajar la zona lumbar

 Sitúate detrás de tu pareja con las manos en sus lumbares y, cuando suelte el aire, presiona su zona lumbar. Deja que todo el peso se apoye en esa zona. Permanece atento a su respiración y, cuando vuelva a inhalar, afloja suavemente la presión.

5 También las nalgas

Vuelve a arrodillarte a su lado y empieza a amasar sus nalgas. Puedes imaginar que estas amasando pan lentamente, pero aplicando presión. En este punto puedes usar, si quieres, un poco de aceite.

6 Estira su espalda

Ponte detrás, de rodillas a lado y lado de sus muslos. Inclínate hacia delante y pon una mano en su hombro izquierdo y la otra en su lumbar derecha. Deja caer todo el peso de tu cuerpo mientras haces un estiramiento de su espalda en diagonal. Debes presionar cuando tu pareja exhala y aflojar cuando inhala. Luego haz el mismo ejercicio cambiando de hombro y lumbar.

7 Balancea su cuerpo

 Cógele los pies por los empeines y levántalos del suelo hasta que a tu pareja se le alza el cóccix del suelo. Luego, inicia un suave balanceo de derecha a izquierda.

 8 Acaricia la zona púbica

 Pídele que se ponga boca arriba, siéntate a su lado y deja que tu mano acaricie de forma circular la zona púbica, sin tocar los genitales. Deja que las sensaciones fluyan tanto si son de carácter erótico como de otro tipo.

Sigue respirando, y sin esperar que pase nada en concreto, solo abandónate a las sensaciones.

9 Abre y cierra las piernas

Dile a tu pareja que doble las piernas y ponga los pies juntos. Ponte ante ella con una mano en cada una de sus rodillas. Con mucha delicadeza y respeto, empiezas a abrirle y cerrarle las rodillas. Al principio, la abertura es pequeña, pero, a medida que avanza el masaje, vas abriendo más sus piernas. Nunca fuerces; tienes que estar muy atento para notar hasta dónde puedes llegar a abrir. Quizás tu pareja tenga resistencias, pues es una zona muy delicada e íntima. Respeta su ritmo durante todo el ejercicio.

10 Por ambas piernas

 Las piernas de tu pareja están estiradas y ligeramente entreabiertas. Inicia un movimiento ascendente y lento, desde el pie izquierdo hacia el pubis y, una vez allí, vuelves a bajar por la pierna derecha. Abre tu mano y mantenla bien abierta. Haz el masaje con la palma de la mano y de manera muy sutil. Repasa este círculo varias veces.

11 Sobre los genitales

 Pon tus dos manos en forma de “t” sobre sus genitales. Miraos a los ojos y respirad profundamente durante unos 3 minutos. Una vez más, déjate transportar por todas las sensaciones, sean cuales sean.