Una llamada de auxilio

Una llamada de auxilio

 

Una noche, de  hace aproximadamente un año, recibí un whatsapp, un tanto inquietante.

Alguien me preguntaba si le podía ayudar, y me hacía un montón de preguntas, algunas inconexas, otras con un cariz sexual un tanto extrañas, y otras que… inesperadamente, tocaron mí corazón.

En otro momento hubiese bloqueado sin pensarlo a esa persona, pero había algo en esas preguntas y en la manera de formularlas, que hicieron que siguiera la conversación…

Una intuición sutil  me decía que debajo de esa palabrería había alguien que necesitaba ayuda desesperadamente, que detrás de ese cuestionario había angustia, y mucha soledad.

Y después de tanto tiempo… esa conversación sigue viva.

Resultó que al otro lado del teléfono estaba Jorge, un chaval gallego de 24 años, que en su desesperación por salir de la oscuridad donde estaba, encontró mi web y se atrevió a contactarme.

Jorge es chico con un corazón enorme, que vive con sus padres y que anda atrapado en una mente hiperactiva.  No tiene muchos amigos, a estas alturas no sé, aún, si realmente tiene algún amigo de verdad con el que pueda compartirse.

Es un lobo solitario, bueno, voy a hablar en pasado, porque esto ya cambió.

Empecemos de nuevo…Jorge era un lobo solitario, un chico que, literalmente, odiaba su aspecto físico, según él se daba asco, me decía que era un monstruo.

Tarde 6 meses en que me mandara una foto. Y como ya supondréis, para nada era el esperpento que decía ser.

Me mando un selfie, donde se veía a un chaval guapetón de ojos asustados, y con algún kilillo de más.

Lo que más me llamo la atención fue su mirada triste y su rostro serio.

Me dijo que nunca sonreía, que no sabía.

Imaginaros al típico chico que vive “oculto” del mundo, en casa de sus padres, encerrado en su habitación, y que no tiene otra manera de respirar que abriendo la ventana de internet.

Jorge se pasaba la vida sentado en un sofá o delante del ordenador, y la única manera que tenía de agotar su energía, era masturbándose una y otra vez.

Se masturbaba unas diez veces al día, de forma compulsiva, con un intento de tranquilizarse y encontrar un poco de serenidad.

Pero se sentía francamente mal con ese acto compulsivo, no le gustaba que le dominara, y tampoco era demasiado placentero, el objetivo no llegaba a su alcance pues solo le calmaba durante unos minutos.

Con las preguntas que me hacía, me daba cuenta que él quería salir de esa “adicción”, quería trascenderla, quería encontrar sentido al sexo, eso fue lo que me llamó la atención. El hecho de encontrarme a un chico atrapado en esa conducta que otros muchos comparten, y que me pidiera ayuda para ver más allá del puro acto mecánico, me conmovió.

Me decía que tenía que haber otra manera de sentir, que no podía creer que el sexo fuera tan frio y robótico como mostraban las películas pornográficas.

A través de los muchísimos mensajes de watts app, videos que le mandaba, libros recomendados por mí y alguna que otra conversación telefónica, Jorge fue evolucionando despacito, pero con pie firme.

Era un chico con una inseguridad tremenda y montones de complejos. Me di cuenta que no podía hablarle con demasiado enredo, tenía que reducirlo todo a conceptos simples y fáciles de comprender, la práctica se convirtió en una secuencia de sencillas mini-practicas.

Empecé por hacerle comprender que para rebajar ese ritmo compulsivo, tenía que gastar energía de otra forma, si no sería muy difícil que le pudiese llevar a otro nivel.

Así que, en la 1ª fase, le puse unas pautas de comportamiento diario.

Cada día tenía que salir de casa y andar durante 1h, lloviera, nevara o granizara, y empezar a sustituir alguna ingesta de comida basura por algo de fruta.

Tengo que decir, que Jorge estaba tan agradecido de que alguien le tendiera una mano, que hacia todo lo que yo le proponía con ganas, aunque no sin esfuerzo, claro.

Pasado unos 3 meses había perdido 7k y se sentía más ágil. Durante una hora diaria su cerebro recibía oxigeno limpio, cosa que ayuda a tener más positividad, y ya se sentía un poquito menos horrendo.

La compulsión seguía pero había días que estaba tan cansado, que en vez de 10 veces lo hacia 7, o menos. Un gran éxito.

En la segunda fase le propuse andar 1 km y correr otro, simultáneamente, durante 1h.

Le pedí que, en al menos dos de las veces que se masturbara, lo hiciera tendido en la cama, y que antes de tocarse, respirara durante cinco minutos por la boca y de manera que no hubiera pausa entre la inhalación y la exhalación. Este tipo de respiración ayuda a que la energía sexual salga de los genitales y se expanda por el resto del cuerpo, relajando así  la zona sexual y  rebajando la presión.

La verdad es que no fue fácil que entendiera esta parte, ni tampoco que la pusiera en práctica.

Uno de los obstáculos era el miedo que tenía a que sus padres lo pillaran o sospecharan por sus ausencias, pero al fin encontró la manera de tener un ratito más largo de lo habitual para sus “practicas”. Su tiempo de acción normal era de 2 minutos, yo le pedí un total de 10 minutos.

Poco a poco fue rebajando la ansiedad, de 7 pasó a 6, luego a  4… y sigue trabajando en ello.

Empezó a comprender como funcionaba su energía, a entender que lo él creía que era una adicción, solo era una mala gestión de su energía sexual.

Tomó consciencia que en un cuerpo tenso y poco oxigenado, esta energía tiene tendencia a condensarse y tensionarse en los genitales, creando una necesidad urgente de ser vaciada para poder aliviarse.

Actualmente, Jorge está aprendiendo a amar su cuerpo, a cuidarlo con la comida y el ejercicio, a darse cuenta de cuando su energía se está acumulando en sus genitales y liberarla por otro camino que no solo sea el sexual.

Ha comprendido la importancia de la respiración y está cultivando el arte de la lentitud. Se siente dueño de sus actos, y está mucho más tranquilo. Ya no se siente adicto.

Este joven gallego ahora tiene un grupo de amigos con el que habla de vez en cuando y ha conseguido sentirse más seguro consigo mismo, incluso un día me envió una foto con una media sonrisa. Me pareció un gran y bonito logro, por fin se atrevía a sonreír.  Algo se está trasformado en él.

La angustia, la soledad y  la oscuridad empiezan a disiparse, ya puede vislumbrar la luz al final del túnel.

Aún queda mucho camino por recorrer, pero con la constancia y las ganas que tiene, Jorge poco a poco conseguirá vivir su sexualidad de una manera sana y edificante.

En breve empezaremos con la 3ª fase,  que le llevará a conscienciarse de cómo acrecentar el placer en todas sus expresiones y eso que él anhela con tanto fervor… subir la energía sexual al corazón.

Os mantendré informados 😉