A finales de 2022 el mundo espiritual, como todos, se encuentra en un profundo cambio, en una revolución.
Desde hace milenios, parece que algunos, prácticamente con el único afán de aumentar su poder personal y riqueza pretendieron encerrar la espiritualidad entre edificios, órdenes y mantos.
Sin embargo, en las últimas décadas, parece que otros, con muy buena intención, nos vendieron toda una serie de herramientas supuestamente destinadas a nuestro desarrollo espiritual y que alimentan una búsqueda que parece no tener fin. El propio nombre lo indica, quizás deberíamos rebautizarlas como “herramientas” en lugar de las traicioneras herramientas.
Nos consideremos practicantes espirituales o no, a todos, hace algo más de dos años, la vida nos dio un varapalo, en mayor o menor medida. Y ahora, surgen preguntas como ¿Qué quedó de todo lo que nos prometimos? ¿Cuántos de los planes que nos marcamos, cumplimos? Me da la sensación de que algunos nos olvidamos, nuevamente, de lo que somos.
Nos puede resultar cuestionable que alguien nos diga que no estamos haciendo nada por nuestro propio crecimiento, cuando muchos, sí nos ocupamos: vamos de curso en curso, de nivel en nivel de reiki, de constelación en constelación y meditamos media hora cada día. Pero ¿qué somos fuera de esos momentos?
Sí, algunos creemos que acudiendo a clases regulares de yoga, pilates o taichí y practicando dos o tres veces por semana, nuestra espiritualidad está en pleno desarrollo. Y miramos por encima del hombro a los que no se cultivan como nosotros. Al final, en un contexto distinto, hacemos lo mismo que nuestras abuelas, que miraban por encima del hombro al que no acudía los domingos a comulgar.
¡Basta ya de repetir la misma historia¡ Ha llegado el momento de recuperar nuestro poder espiritual, cedido.
El cambio empieza en cada uno de nosotros y muy poco podemos hacer o decir al otro. Cada uno debe encontrar su propio camino, sin gurús, sin maestros, sin caer en la trampa del propio mercado espiritual.
Deseo de todo corazón que nadie, en nombre de nada, se atreva a decirnos qué tenemos que hacer ni cómo. Que, en el gozo de descubrirnos, nos encontremos, conscientes de que todos somos lo mismo. Que la espiritualidad inunde cada uno de nuestros actos todos los días de nuestra vida. Dentro y fuera de la clase de yoga.
Ha llegado el momento de dejar de limitarnos a la imagen de lo que queremos ser y experimentarnos completamente como somos. Es tan sencillo como abandonar las ilusiones y abrazar las frustraciones.
Gracias por formar parte de mi camino.
Mercè Miró Aragonès
IG @mercemiro81